Hace tiempo que Internet ha entrado en nuestra vida y se ha integrado en ella. Con su uso, ha cambiado nuestra manera de vivir: informarse, jugar, relacionarse, comprar, ver TV y cine, escuchar música, viajar, estudiar, crear… todo ha cambiado casi sin que nos demos cuenta cada uno de los 29 millones de usuarios que se estima que habrá ya en España.
Pero también ha provocado que la industria periodística se tenga que reinventar, y la de los videojuegos, la televisión, el cine, las agencias de viajes, las discográficas, editoriales, el servicio de correos, la fotografía…
El mundo del comercio también está siendo sacudido por esta ola de cambios, por más algunos no lo quieran ver y prefieran creer que sólo cuatro “frikis” compran o se asesoran en Internet.
Lo cierto es que los españoles somos los europeos que más leemos los comentarios y opiniones de otros usuarios antes de tomar una decisión de compra o que, por ejemplo, en USA, la publicidad online ya supera en presupuesto a la publicidad en prensa.
Mientras que una pequeña parte de comercios, empresas, e incluso sectores enteros menosprecian el potencial de Internet para impulsar sus negocios y se limitan a considerarlo como una amenaza, llegan las redes sociales y se propagan a una velocidad nunca vista: ya hay 12 millones de usuarios de Facebook en España y más de 500 millones en todo el mundo.
Son numerosos los ejemplos de la capacidad de las redes sociales para movilizar a la sociedad y para que esta movilice a sus instituciones o a las marcas comerciales. También son innegables, aunque queda mucho por recorrer, las posibilidades comerciales de Facebook, Tuenti o Twitter, entre otras. Por otro lado, aumenta espectacularmente el tiempo que el usuario dedica a las redes sociales y otras actividades relacionadas con Internet, igualando la media al consumo de televisión.
Además, el aumento del parque de teléfonos móviles con capacidad para conectarse a Internet (smartphones), ordenadores portátiles y la previsible invasión de tabletas auspiciada por el éxito sin precedentes del iPad, augura una multiplicación del tiempo de conexión de los consumidores y el uso intensivo de todo tipo de aplicaciones a través del teléfono móvil. De hecho, se calcula que el 30% de los españoles navegará en Internet con su móvil en 2011.
Las primeras pruebas de pago a través del móvil se han realizado con éxito y se espera que hacia 2014 se generalice el uso de esta modalidad de pago, especialmente interesante para micropagos. Hay otras tecnologías asociadas a Internet, especialmente en su versión móvil, como la realidad aumentada o la geolocalización, que abren un mundo de posibilidades apasionantes.
Con la realidad aumentada se puede visualizar información o imágenes en tiempo real sobre las imágenes que recoge la cámara del móvil. Como en este ejemplo, me puedo probar zapatillas deportivas con sólo orientar el teléfono hacia mi pie.
En el caso de la geolocalización, el teléfono, en función de nuestra situación geográfica, y con nuestro consentimiento, nos puede sugerir todo tipo de información o publicidad relacionada con posibles actividades, comercios o lugares de interés próximos a nuestra posición.
La mayoría de smartphones puede leer códigos de barras, con lo que el consumidor podrá acceder desde el mismo punto de venta a comparativas, opiniones de usuarios y todo tipo de información acerca del producto en tiempo real. Pero sin llegar a esto, un cliente puede ya completar la información que necesita de tus productos, de las marcas con las que trabajas o de tu negocio desde el mismo escaparate.
Así que este 2011 que comienza puede ser el que marque la consolidación de un tipo de comercio más social, en el que el consumidor pase a ser más actor y menos espectador. El consumidor tendrá a su alcance más información que nunca y de manera instantánea, y esto reforzará la tendencia de que la venta sea una relación de igual a igual, que no comienza ni termina en la venta.
Habrá que tener en cuenta, por supuesto, que no será este un camino de rosas y que nos encontraremos con problemas, algunos de ellos derivados de la saturación de estos recursos o del mal uso que se haga de ellos, pero será imprescindible su utilización.
Eso sí, no deberíamos olvidar que el consumidor tendrá el mismo nivel de exigencia en su relación online como en la offline, por lo que todo el esfuerzo tecnológico deberá ser correspondido con una experiencia de compra de igual nivel.