Hace unos meses que se conoció la concesión del Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa. Al saberlo, su nieta Ariadna, de 10 años, le dijo a su madre: “Como al abuelo le han dado ese premio, a lo mejor ahora los maestros me piden que saque mejores notas”.
He recordado las palabras de Ariadna estos días
en los que he estado visitando varias zonas comerciales.
En una de las zonas que visité, se habían abierto muchas tiendas nuevas, en algunos casos al lado de otras “de las de toda la vida”.
En estos comercios más antiguos venden prendas más bien clásicas, de precio medio-alto y expuestas “a la manera clásica”: un maniquí de torso y prendas “en plano” sujetas a la mampara que hace de pared del escaparate o tiradas en el suelo.
Al lado había otros comercios, más nuevos, con más luz, escaparates más grandes y decoraciones menos recargadas. En estas tiendas, como era de esperar, se había cuidado mucho la selección de productos y el tratamiento de éstos: maniquís de cuerpo entero, luciendo prendas con naturalidad y elegancia.
El resultado es que estas últimas prendas, siendo de menor precio, parecen mucho mejores y más atractivas que las mostradas “a la manera clásica” y, por lo inevitable de la comparación, dada la cercanía, el comercio clásico parecía mucho más antiguo y falto de atractivo.
No dudo que uno y otro comercio tengan perfiles de clientes diferenciados, pero, para los clientes de la “zona común”, es claro qué comercio tiene todas las posibilidades de quedarse con las ventas.
Así que, como bien temía Ariadna, la nieta de Vargas Llosa, un suceso aparentemente positivo, en este caso la modernización de la zona comercial en la que tienes tu negocio, puede elevar el nivel de exigencia de tu entorno y obligarte “a sacar mejores notas”.