Hace unas semanas me sorprendió leer los resultados de una encuesta en la que los clientes colocaban como tercera característica más valorada en un comercio el uso de uniformes por parte de los vendedores. Sin embargo, pensándolo bien, no es tan raro adivinar el motivo de este resultado.
Los uniformes hacen fácilmente identificables a los vendedores
y transmiten sensación de de orden.
Además, los uniformes evitan estropear la ropa propia de los vendedores y les ahorran un gasto.
También evitan posibles competiciones de notoriedad que terminarían en roces personales o problemas más graves entre los vendedores al disminuir la capacidad de diferenciarse del resto de vendedores.
En algunas empresas se utilizan ciertos elementos para uniformar a los vendedores, como puede ser una tarjeta, que el vendedor lleva en la solapa, con el nombre propio y el logotipo de la empresa.
En ocasiones, este elemento es un complemento o una prenda. Por ejemplo, los vendedores de una franquicia de inmobiliarias llevan una corbata verde, que es el color corporativo de la compañía. En el caso de la conocida cadena de tiendas Fnac, el elemento que aporta uniformidad es un vistoso chaleco verde y amarillo, que cada vendedor personaliza a su gusto poniéndose chapas, pines o lo que les parezca.
El uniforme “de toda la vida” queda ya para profesiones muy concretas: mecánicos, azafatas, médicos… En la actualidad, es más habitual encontrar uniformes compuestos por ropa de temporada que se ha comprado específicamente para este fin.
A la hora de elegir un uniforme, deberías tener en cuenta:
- La elección de esta indumentaria debe ser coherente con el estilo de la tienda: ropa más seria para comercios clásicos o con clientela clásica y ropa más actual para comercios modernos.
- Ciertas elecciones refuerzan la imagen de marca o el mensaje que envías al cliente. Por ejemplo: no es el mismo mensaje el que lanza el oftalmólogo de una óptica cuando lleva su ropa de calle o, en su lugar, viste una bata: en este último caso transmite más profesionalidad.
- Hay que cuidar especialmente el uso de aquellos complementos o artículos que tengas a la venta. No es lógico que alguien que venda relojes no lleve uno en la muñeca o que éste sea antiguo. Un zapatero no puede llevar los zapatos gastados o sin lustre.
- Los uniformes deben ser cómodos y adecuados al tipo de trabajo en el que van a ser utilizados. Es importante que mantengan la prestancia el máximo tiempo posible y que requieran de un mantenimiento sencillo.
- Conviene evitar prendas que requieran tratamientos especiales para su limpieza o planchados delicados. Este es el caso de ciertas fibras sintéticas, que pueden quedar con brillos o quemarse al ser planchados sin protección. En otros casos, como en las prendas de lino, muestran arrugas con facilidad y requieren de un planchado intensivo para eliminarlas.
- Asimismo, en función del trabajo que se vaya a realizar con ellas, es conveniente tener en cuenta que ciertas prendas no transpiran bien, con lo que serían inadecuadas para trabajos físicos.
- También es importante tener en cuenta que ciertas prendas retienen, e incluso recogen, olores corporales o del exterior que pueden ser desagradables y obligaran a limpiarlas más a menudo.
- Es inaceptable la ropa sucia o excesivamente desgastada y poco explicable la ropa pasada de moda.
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