Pequeños grandes detalles (1)
En estos primeros días del año he podido estar “de tiendas” bastante tiempo. Aunque he comprado muy pocas cosas, he podido observar muchos detalles. Con este post, comienzo una serie en la que iré recopilando estos pequeños detalles, positivos y negativos, que recopilaré analizándolos brevemente, porque son mucho más importantes de lo que parece.
El pago con tarjeta
Cuando todo el proceso de compra ha terminado sigue siendo imprescindible no descuidar los detalles. Un ejemplo es la operación del pago con tarjeta de crédito. Hay que tomar la tarjeta con determinación pero sin excesiva familiaridad y, teniendo en cuenta que estamos custodiando un importante objeto del cliente, en ningún momento del proceso debemos abandonarla. Por último, como me encontré en una de las compras que hice, debemos ofrecer para la firma un bolígrafo en buenas condiciones y una superficie para facilitar la operación, mejor si estos dos elementos son de buena calidad y personalizados.
Buena memoria
Estuve comiendo en un restaurante en el que la camarera le recordó a un cliente, que se sentaba en la mesa al lado de la mía, que uno de los platos que pedía no le había gustado anteriormente. Un detallazo que dejó encantado (y pasmado) al comensal y a todos los que estábamos cerca y que demostraba una profesionalidad que pocas veces encontramos.
La importancia de la sonrisa
Una sonrisa es la mejor bienvenida que nos pueden dar en una tienda. Sin embargo, esta sonrisa tiene que ser de verdad. En caso contrario producirá un mal efecto, como el que yo recibí al entrar en una tienda de una multinacional en la que, posiblemente, este recibimiento será obligatorio. Antes de una sonrisa forzada o falsa, vale más un saludo correcto pero de verdad.
Respetar el calendario
Todavía se ven decoraciones navideñas sin retirar en estas fechas. Lo curioso es que, en estas mismas tiendas, se colocó muy tarde esta misma decoración.
Libro recomendado: Daniel H. Pink "La sorprendente verdad sobre qué nos motiva".
La primera vez que tuve noticia de “La sorprendente verdad sobre qué nos motiva”, de Daniel H. Pink, fue leyendo el blog de Mertxe Pasamontes. En la entrada de este blog, que sigo regularmente, pude leer un resumen que hizo que me interesara por lo que podía encontrar en el libro. Pero, además, encontré en los comentarios de la entrada una nota de Santi García, en la que incluía un enlace a su blog, donde pude ver un vídeo en el que, gráficamente, y nunca mejor dicho, se ofrecía una introducción al libro.
Después de ello, me faltó tiempo para ir a comprarlo y disfrutar con su lectura.
El título deja bastante claro lo que vamos a encontrar en sus páginas: sorprendentemente, la motivación no funciona casi nunca como esperamos. Por lo menos para ciertas actividades y durante un tiempo continuado.
Pink nos demuestra, a través de numerosos estudios, que la llamada la motivación extrínseca o si/entonces (si haces esto/entonces recibes esto) termina por no ser suficiente, cuando no contraproducente, para muchas actividades. Todos conocemos ejemplos de cómo la recompensa por objetivos termina por crear tensiones y, en ocasiones, llega a destruir toda posibilidad de hacer un trabajo de calidad debido al resultadismo y al cortoplacismo.
Sostiene Pink, y ofrece numerosos ejemplos para demostrarlo, que lo que realmente mueve a las personas es la motivación intrínseca, es decir, la que viene del interior de cada uno. Y define ampliamente los tres elementos que la componen, y cito al autor para definirlos:
- La autonomía, o el deseo de dirigir nuestras propias vidas.
- El dominio, o la urgencia de mejorar más y más en algo importante.
- La finalidad, o el anhelo de hacer lo que hacemos al servicio de algo más allá de nosotros mismos.
El libro es muy interesante para reflexionar acerca de los lugares en los que buscar nuestras fuentes de motivación y energía. Lo considero imprescindible para cualquiera que tenga que trabajar, o que piense hacerlo en algún momento, dirigiendo equipos de personas o en departamentos de recursos humanos. Y creo que, además, es recomendable para cualquiera que haga un trabajo creativo.
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Ariadna y el reto de los nuevos vecinos
Hace unos meses que se conoció la concesión del Nobel de Literatura a Mario Vargas Llosa. Al saberlo, su nieta Ariadna, de 10 años, le dijo a su madre: “Como al abuelo le han dado ese premio, a lo mejor ahora los maestros me piden que saque mejores notas”.
He recordado las palabras de Ariadna estos días
en los que he estado visitando varias zonas comerciales.
En una de las zonas que visité, se habían abierto muchas tiendas nuevas, en algunos casos al lado de otras “de las de toda la vida”.
En estos comercios más antiguos venden prendas más bien clásicas, de precio medio-alto y expuestas “a la manera clásica”: un maniquí de torso y prendas “en plano” sujetas a la mampara que hace de pared del escaparate o tiradas en el suelo.
Al lado había otros comercios, más nuevos, con más luz, escaparates más grandes y decoraciones menos recargadas. En estas tiendas, como era de esperar, se había cuidado mucho la selección de productos y el tratamiento de éstos: maniquís de cuerpo entero, luciendo prendas con naturalidad y elegancia.
El resultado es que estas últimas prendas, siendo de menor precio, parecen mucho mejores y más atractivas que las mostradas “a la manera clásica” y, por lo inevitable de la comparación, dada la cercanía, el comercio clásico parecía mucho más antiguo y falto de atractivo.
No dudo que uno y otro comercio tengan perfiles de clientes diferenciados, pero, para los clientes de la “zona común”, es claro qué comercio tiene todas las posibilidades de quedarse con las ventas.
Así que, como bien temía Ariadna, la nieta de Vargas Llosa, un suceso aparentemente positivo, en este caso la modernización de la zona comercial en la que tienes tu negocio, puede elevar el nivel de exigencia de tu entorno y obligarte “a sacar mejores notas”.
2011, ¿la consolidación del comercio social?
Hace tiempo que Internet ha entrado en nuestra vida y se ha integrado en ella. Con su uso, ha cambiado nuestra manera de vivir: informarse, jugar, relacionarse, comprar, ver TV y cine, escuchar música, viajar, estudiar, crear… todo ha cambiado casi sin que nos demos cuenta cada uno de los 29 millones de usuarios que se estima que habrá ya en España.
Pero también ha provocado que la industria periodística se tenga que reinventar, y la de los videojuegos, la televisión, el cine, las agencias de viajes, las discográficas, editoriales, el servicio de correos, la fotografía…
El mundo del comercio también está siendo sacudido por esta ola de cambios, por más algunos no lo quieran ver y prefieran creer que sólo cuatro “frikis” compran o se asesoran en Internet.
Lo cierto es que los españoles somos los europeos que más leemos los comentarios y opiniones de otros usuarios antes de tomar una decisión de compra o que, por ejemplo, en USA, la publicidad online ya supera en presupuesto a la publicidad en prensa.
Mientras que una pequeña parte de comercios, empresas, e incluso sectores enteros menosprecian el potencial de Internet para impulsar sus negocios y se limitan a considerarlo como una amenaza, llegan las redes sociales y se propagan a una velocidad nunca vista: ya hay 12 millones de usuarios de Facebook en España y más de 500 millones en todo el mundo.
Son numerosos los ejemplos de la capacidad de las redes sociales para movilizar a la sociedad y para que esta movilice a sus instituciones o a las marcas comerciales. También son innegables, aunque queda mucho por recorrer, las posibilidades comerciales de Facebook, Tuenti o Twitter, entre otras. Por otro lado, aumenta espectacularmente el tiempo que el usuario dedica a las redes sociales y otras actividades relacionadas con Internet, igualando la media al consumo de televisión.
Además, el aumento del parque de teléfonos móviles con capacidad para conectarse a Internet (smartphones), ordenadores portátiles y la previsible invasión de tabletas auspiciada por el éxito sin precedentes del iPad, augura una multiplicación del tiempo de conexión de los consumidores y el uso intensivo de todo tipo de aplicaciones a través del teléfono móvil. De hecho, se calcula que el 30% de los españoles navegará en Internet con su móvil en 2011.
Las primeras pruebas de pago a través del móvil se han realizado con éxito y se espera que hacia 2014 se generalice el uso de esta modalidad de pago, especialmente interesante para micropagos. Hay otras tecnologías asociadas a Internet, especialmente en su versión móvil, como la realidad aumentada o la geolocalización, que abren un mundo de posibilidades apasionantes.
Con la realidad aumentada se puede visualizar información o imágenes en tiempo real sobre las imágenes que recoge la cámara del móvil. Como en este ejemplo, me puedo probar zapatillas deportivas con sólo orientar el teléfono hacia mi pie.
En el caso de la geolocalización, el teléfono, en función de nuestra situación geográfica, y con nuestro consentimiento, nos puede sugerir todo tipo de información o publicidad relacionada con posibles actividades, comercios o lugares de interés próximos a nuestra posición.
La mayoría de smartphones puede leer códigos de barras, con lo que el consumidor podrá acceder desde el mismo punto de venta a comparativas, opiniones de usuarios y todo tipo de información acerca del producto en tiempo real. Pero sin llegar a esto, un cliente puede ya completar la información que necesita de tus productos, de las marcas con las que trabajas o de tu negocio desde el mismo escaparate.
Así que este 2011 que comienza puede ser el que marque la consolidación de un tipo de comercio más social, en el que el consumidor pase a ser más actor y menos espectador. El consumidor tendrá a su alcance más información que nunca y de manera instantánea, y esto reforzará la tendencia de que la venta sea una relación de igual a igual, que no comienza ni termina en la venta.
Habrá que tener en cuenta, por supuesto, que no será este un camino de rosas y que nos encontraremos con problemas, algunos de ellos derivados de la saturación de estos recursos o del mal uso que se haga de ellos, pero será imprescindible su utilización.
Eso sí, no deberíamos olvidar que el consumidor tendrá el mismo nivel de exigencia en su relación online como en la offline, por lo que todo el esfuerzo tecnológico deberá ser correspondido con una experiencia de compra de igual nivel.
Un propósito para 2011
Siempre que llega el final de un año solemos hacer balance y pensar en el próximo. Generalmente lo hacemos esperanzados, por la promesa que supone el cierre de un capítulo y la apertura del siguiente. Sin embargo, en los últimos años esto no ha sido así, siendo el deseo más frecuente “el de La Virgencita” (que me quede como estoy).
Pero lo cierto es que no parece razonable esperar que las cosas se queden como están porque el mundo está cambiando a una velocidad desconocida. Tampoco sorprende a nadie que cualquier acontecimiento, por remoto que sea, afecte a nuestro entorno. El mundo del comercio depende en gran medida del estado de ánimo colectivo, y sobra explicar cómo está últimamente.
En parte de los sectores que conozco, hay cierta sensación de fatalidad, de estar a merced de una voluntad suprema (el mercado) y de compás de espera (habrá que aguantar hasta que mejore la cosa). Pero tampoco parece fácil esperar que “la cosa” mejore rápidamente y sería más lógico pensar que con la velocidad a la que está cambiando el mundo, nuestros negocios deberían adaptarse también a estos cambios.
Pero, ¿qué dirección deberían de tomar estos cambios?
Y, ¿quién nos orientará en esta tarea?
Respuesta: el cliente.
Han cambiado la manera de enfocar la vida por parte de los consumidores, el orden de prioridades, los criterios a la hora de comprar, la relación con otros consumidores, el nivel de información necesario antes de efectuar una compra, la relación con las marcas fabricantes de los productos que les interesan, los entornos donde compran… no basta con generalizaciones ni análisis superficiales para asimilar tantos y tan profundos cambios que se han producido en un espacio de tiempo tan corto.
Tenemos que dejar de poner el foco en el producto y ponerlo en el cliente. Llámalo orientación al cliente o como quieras pero de nada sirve que creas que tu producto es el mejor si no le interesa a tu cliente, si lo considera caro comparado con lo que puede obtener por el mismo dinero en otros productos, si figura en el puesto 57 de su lista de prioridades, si no le das la información que él necesita para apreciarlo, si el fabricante del producto tiene una página web lamentable, si los comentarios de otros usuarios son negativos, si no estás en los entornos donde compran, si en esos entornos hay otros productos que saben ser más atractivos…
Así que tenemos que asumir que lo que nosotros pensemos de nuestros productos y de nuestros comercios es poco relevante para nuestro futuro, y que éste pasa por alinearnos con los intereses y la manera de entender la vida de nuestros clientes.
Por tanto, pasemos de esperar a que “la cosa mejore” a intentar mejorarla nosotros y a marcarnos como propósito para 2011 el mejor conocimiento de nuestro cliente.
Uno de mis propósitos para 2011 será seguir aportando mi visión de estos temas, intentando que os sean de utilidad.
Feliz 2011.
Un día de compras (2)
Hace unos días aproveché un rato libre por la tarde para hacer “investigación de campo”. Estaba en el centro de Bilbao y me paseé durante unas horas buscando tiendas nuevas, observando cosas interesantes y analizando el ambiente.
En esta ocasión, igual me he dejado influir por el espíritu navideño, sólo anoté puntos positivos, así que podré dar nombres.
Comencé el recorrido en SEPHORA. En estas tiendas, además de tener una buena selección de producto propio, cuentan con las mejores marcas en perfumería y productos de belleza. Uno de los puntos fuertes de SEPHORA es que disponen, como en otras cadenas de este tipo, de probadores de casi todo y te dan la posibilidad de prepararte una muestra para que pruebes en casa el producto elegido. A destacar también el programa de fidelización, por medio de la tarjeta SEPHORA y de acciones promocionales, y la página de Facebook.
Desde lejos me llamó la atención el colorido y la luz de un pequeño local. Al acercarme me llevé la sorpresa de encontrarme con uno de mis productos favoritos: la papelería. En Campo Marzio se encuentra una variada y colorida selección de líneas de escritura (bolígrafos, plumas y rollers), accesorios de escritorio (organizadores de cartas, alfombrillas de ratón, papeleras…), accesorios personales (bolsos, carteras, portatarjetas, portalibretas…) y una selección de libretas, agendas y dietarios en varios formatos. Todo es producto propio y la relación precio-valor me pareció muy equilibrada. La página web está bien aunque no permite ver muy bien el producto y la de Facebook es muy mejorable.
A pesar de que había oído hablar de ella, me sorprendió la tienda Happy Pills. Está planteada como una farmacia, predominando los colores blanco y fucsia, en la que se dispensan las “píldoras de la felicidad”. Estas píldoras son gominolas, caramelos, regalices y otras chuches, que cada uno se puede servir en la variedad de envases que nos proponen. También hay una zona en la que puedes probar algunas de estas chuches. La web es divertidísima, recomiendo pasar un rato explorando los diferentes males que curan las píldoras. La página de Facebook está casi recién nacida, así que habrá que esperar que apliquen allí el mismo sentido del humor que encontramos en el resto de su negocio.
Mi recorrido terminó en RITUALS, un acogedor local con ambiente Zen que vende productos propios para el cuidado personal y del hogar: cosméticos, perfumes, cremas, champús y todo tipo de jabones tanto para el cuerpo como, curioso, para lavar los platos. Me llamó la atención que hay una zona de pruebas con un pequeño lavabo para lavarte los restos de las cremas y unas toallitas enrolladas. También me gustó que, especialmente pensados para el regalo, hay unos cofres con selecciones de producto adaptados a diferentes tipos de “ritual”. La web es muy completa, la tienda online está muy bien y la página de Facebook es de las mejores que conozco. También me gusta mucho que dejan muy clara su filosofía, ética y política medioambiental.
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Libro recomendado: J. Fried y D.H. Hansson "Reinicia"
La primera reseña que leí de este libro decía algo así: “Si sólo puedes leer un libro de empresa este año, debe ser Reinicia”. Al principio me pareció un poco exagerado, pero, tras ojear unos minutos el libro en la Fnac, no pude más que dar la razón al escritor de la reseña.
Reinicia es un libro de empresa diferente.
De hecho, la aplicación de lo contenido en sus páginas, trasciende el mundo de los negocios y la empresa, siendo perfectamente aplicables muchos de sus consejos incluso al ámbito de la vida personal.
Si algo caracteriza a Reinicia es la síntesis.
El libro está compuesto por una serie de consejos breves, de poco más de una página de media, acompañados por una ilustración y agrupados en varios temas.
Los autores del libro, Jason Fried y David Heinemeier Hansson, son los fundadores de 37signals, una empresa de software productora de programas utilizados por millones de clientes en todo el mundo.
Reinicia se lee en una tarde pero su impacto es duradero, y muchos de los consejos propuestos en sus páginas harán que te replantees muchos conceptos asumidos durante años.
Reinicia se ha convertido para mí en un libro de cabecera. Estoy terminando la segunda lectura y es muy probable que compre la versión e-book para tenerlo siempre a mano y seguir descubriendo nuevas interpretaciones de cada uno de sus consejos.
Pero, como dice Seth Godin en la reseña de la contraportada: “Basta de leer esto. Compra el libro.”
Pesadilla en el comercio
No veo demasiado la televisión. No es por hacerme el moderno ni el interesante, es que no me gusta mucho lo que se programa en la mayoría de los canales y prefiero dedicarme a otras cosas que considero que me aportan más. Sin embargo, he visto un par de veces un programa que me gusta.
Se llama “Pesadilla en la cocina” y lo protagoniza Gordon Ramsay, un cocinero de fama mundial, con 12 estrellas Michelín en su haber. En este reality gastronómico-empresarial, Gordon se presenta en un restaurante, normalmente a punto de cerrar, y promueve los cambios necesarios para reconducir el funcionamiento del negocio.
Lo primero que hace es “ser un cliente”. Es decir, se sienta a la mesa, valora la decoración y la carta y pide unos cuantos platos para probar la cocina del local. Después entra en la cocina y comprueba su limpieza, y el estado y calidad de los alimentos con los que trabajan en el restaurante. Tras haber hecho esto, suele tener un primer diagnóstico, que comunica a los gestores del restaurante.
En la mayoría de los casos se redefine la carta, se redecora el local y se trabaja en mejorar la gestión de la cocina.
Los métodos de Gordon Ramsay no son muy delicados: con frecuencia grita y no siempre se dirige con corrección a quienes quiere ayudar. Muchas veces no estoy de acuerdo con sus formas pero quiero pensar que esto es algo premeditado y exagerado por tratarse de un programa de televisión.
El método de diagnóstico podría ser válido para cualquier negocio, destacando como más importante el “ser cliente”, percibir la calidad de los productos y del servicio. Generalmente, se trata de hacer ajustes que lleven al restaurante a proponer una oferta coherente, de calidad y que respete y cuide al cliente.
Pero no es del “método de diagnóstico” de lo que quería hablar.
Lo que más me llama la atención en alguno de los programas que he visto es la soberbia de aquellos a los que Gordon quiere ayudar, generalmente tanto los chefs como alguno de los gestores de estos restaurantes.
Visto con la perspectiva que nos ofrece la televisión,
resulta patético ver cómo un chef mediocre, con la cocina sucia,
y que prepara platos con alimentos en mal estado,
le diga en la cara a un profesional de primer nivel
que no tiene nada que aprender de él.
Tampoco es alentador ver al gestor de un restaurante familiar, que está a punto de ser embargado, obstinarse en justificar cada una de las calamitosas decisiones que están llevando a su negocio, y a su familia, a la ruina.
En los años que llevo trabajando como comercial y en los que llevo siendo cliente de todo tipo de comercios, he conocido encargados de compras y vendedores intentando imponer sus gustos o criterios, dando un servicio de escasa calidad o presentando importantes carencias de conocimiento de los productos que venden. Estos vendedores, pagados de sí mismos, arriesgan la rentabilidad y viabilidad de un negocio que no es suyo, con tal de seguir autoafirmandose.
También he conocido gestores agarrados a una única y trasnochada manera de hacer las cosas, cómoda pero inútil, culpando a todo el mundo de sus desgracias, principalmente a sus clientes. Sin un atisbo de autocrítica ni cuestionamiento de las líneas generales de su negocio, dilapidan lo ganado en los buenos años a gran velocidad, esperando inútilmente que la vieja receta vuelva a funcionar.
Lástima que en el mundo del comercio no haya ningún Gordon Ramsay que, aunque fuese a fuerza de gritos, hiciese entrar en razón a unos y otros.
Si no has visto el programa de Gordon Ramsay, cosa que recomiendo que hagas, puedes ver aquí una muestra.
[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=z5RgO3stE98&feature=related]
La encrucijada de la publicidad en televisión
Desde los inicios de la radio y la televisión, la publicidad (y los anuncios) han ido evolucionando a la par que estos medios. El poder de la publicidad, especialmente en televisión, ha sido tal, que bastaba con mostrar la etiqueta “Anunciado en TV” en el empaquetado de cualquier producto para elevar este a otra dimensión.
Además de vender productos, la publicidad tiene una gran influencia en la sociedad condicionando nuestra conducta, perpetuando estereotipos masculinos y femeninos o, incluso, imponiendo cánones de belleza y de estilo de vida.
En los últimos años, con la aparición de la TDT, la TV de pago y, sobre todo, Internet, la efectividad de la publicidad en televisión sobre el consumidor empieza a cuestionarse.
Expondré los motivos:
- En poco tiempo, hemos pasado a tener en nuestras casas varias decenas de canales, algunos de ellos sin publicidad.
- En algunos hogares, el grueso del tiempo de uso de la televisión lo acaparan ciertos canales temáticos de contenidos infantiles o deportivos, lo que complica el llegar al público objetivo.
- Salvo en grandes acontecimientos, la audiencia del programa más visto no llega, en muchas ocasiones, al 20% del share.
- Las cifras de audiencia se extrapolan a partir de las mediciones de unos 6.500 audímetros repartidos por toda España. Existen serias dudas de la representatividad de esos 6.500 espectadores frente a una audiencia potencial de 45 millones de personas.
- Los audímetros registran que un televisor está encendido y sintonizando un canal determinado, pero no pueden determinar si el espectador está viendo la pantalla o haciendo otra cosa.
- En mediciones de tráfico de datos en Internet se registran grandes picos de consumo en el tiempo que duran los bloques publicitarios, que la mayoría de los canales hacen coincidir en las mismas franjas horarias.
- Podemos deducir que muchos espectadores aprovechan los cortes publicitarios para utilizar el ordenador portátil que tienen sobre las rodillas, el ordenador fijo o el teléfono móvil con conexión a Internet, por tanto, no están viendo los spots publicitarios.
- Hay estudios que predicen para 2011 un gran aumento en la venta de teléfonos con conexión a Internet y una invasión de tabletas (50 millones en todo el mundo), como el iPad de Apple.
Por tanto, las marcas deberían tener en cuenta estos comportamientos a la hora de abordar las enormes inversiones que suponen la creación y difusión de un spot publicitario.
Asimismo, los comerciantes deberían “recalificar a la baja” la etiqueta “Anunciado en TV” y no infravalorar la presencia de sus productos en prensa, radio o Internet.
Un día de compras (1)
El pasado sábado estuve casi todo el día haciendo ciertas compras y pude recoger varios fallos de orientación al cliente en algunos de los comercios que visité en un centro comercial. Ahí van mis impresiones:
Con los niños no se juega. Es una buena idea hacer una zona de juegos para los niños en un comercio, especialmente en una zona en la que vendas un producto destinado a ellos. Pero hay que hacerlo bien porque, en caso contrario, se puede transmitir una falta de interés como la que ilustra la foto de cabecera de esta entrada: los niños juegan en el suelo de cemento (la alfombra es diminuta), los juguetes son de escasa calidad y poco apropiados (soldados, rifles, metralletas) y queda claro que nadie revisa los juguetes (esa pieza circular que parece que tenga una estrella en su interior es el pincho de un antirrobo, o sea, una chincheta gigante colocada donde los niños se tumban). Será difícil que un padre no sienta rechazo ante quien descuida a sus hijos.
Tiendas en penumbra. Parece que se ha terminado la moda de las tiendas blancas y hemos pasado al punto contrario: impera el negro. El negro es elegante pero peligroso y exigente en ciertos aspectos, especialmente hablando de iluminación. He estado en tiendas con grandes zonas que presentaban evidentes y graves carencias de iluminación, hasta el punto de no saber bien el color de las prendas colgadas en las perchas. Además algunos comercios parecen un antro de carretera más que una tienda de moda por esta falta de iluminación.
Exprimir el espacio. Estuve comiendo en un restaurante en el que la gerencia había acercado entre sí las mesas de tal manera que una de ellas quedaba inutilizable. Además, todos los que se sentaban en esa fila de mesas tenían que comer más apretados de lo deseable. Conclusión: Poner una mesa más no le ha hecho ganar clientes, sin embargo, provoca incomodidad entre los que ya tiene, además de proyectar imagen negativa.
Aprovecharse de la crisis. En muchos negocios de hostelería la “adaptación a la crisis” consiste en obligar a un camarero a hacer el trabajo de dos. El resultado de esta miopía cortoplacista: trabajador quemado, clientes molestos y pocas ganas de volver.
Pon una maquinita y échate a dormir. A todos los niños les gusta subirse a esos coches, caballos o motos que hay en todos los centros comerciales y que funcionan con monedas. Es raro el padre que no “pasa por el aro” con tal de ver sonreír a su hijo durante unos (pocos) minutos. Esto será suficiente recompensa para perdonar el alto coste de la atracción, pero lo que no perdonará es encontrarse estas máquinas con una lamentable falta de limpieza.
Falta de ambiente navideño. El sábado pasado fue 20 de Noviembre, y faltaba un mes para el Día de Navidad. Sin embargo, casi no había decoración navideña en los escaparates de las tiendas e incluso la decoración de Navidad del centro comercial estaba a medio colocar y con las luces apagadas.