Paul Krugman y la sabiduría de las abuelas

Este señor de mirada ligeramente estrábica se llama Paul Krugman, y es, según la wikipedia, economista, divulgador y periodista. Nacido en Nueva York, se le considera una de las autoridades mundiales en temas económicos, no en vano le fue concedido el Nobel de Economía en el año 2008. El domingo 11 de Julio, en las páginas salmón del diario El País, leí el comienzo de una columna escrita por él (Los mitos de la austeridad) en la que criticaba las medidas de (excesiva) austeridad adoptadas por los gobiernos europeos y comenzaba así:

“Cuando era joven e ingenuo, creía que la gente importante adoptaba
una postura basándose en una consideración concienzuda de las opciones.
Ahora sé que no es así. Gran parte de lo que la gente seria cree
se basa en prejuicios, no en análisis.
Y estos prejuicios están sujetos a modas y tendencias”.

Hace unos días no pude evitar recordar el principio de esta columna al discutir con un cliente sobre el precio de ciertos artículos. El caso es que este cliente, como muchos otros, se ha dejado arrastrar por el “baratismo”, esa ceguera que impide ver más allá de la etiqueta del precio.

Evidentemente, vivimos en tiempos en los que el precio es importante, pero la calidad también lo es. Es admisible que el consumidor no pueda, o no quiera, valorar la calidad de un producto. Pero es imperdonable que el profesional (en este caso supuesto profesional) no sepa valorar los factores que marcan las diferencias de calidad de un producto comparado con otro, resultando a veces mejor opción el de precio más alto y caro el de precio más bajo.

Porque, si el principal argumento de nuestro negocio es el precio más bajo sin más consideración, ¿Cuánto tardaremos en ser superados por otros productos u ofertas más baratas? ¿Qué tipo de consumidor se sentirá atraído por una selección de productos de las gamas más bajas (y aburridas)? ¿Cual será el nivel de satisfacción del consumidor? ¿Cual será el listón de calidad más bajo admisible? ¿Quién será nuestra competencia? ¿Cómo podremos fidelizar al cliente?

Los buenos productos combinan buen diseño, calidad, facilidad de uso, orientación al cliente y, por supuesto, buen precio. Este precio puede ser más alto en función del valor añadido del producto y seguir siendo bueno. Por ello, es fácil encontrar productos de mayor precio que la media y que, curiosamente, son más baratos por ofrecer más valor añadido.

El primer “comprador” del producto debe ser el propio comerciante o vendedor. Si este no es capaz de valorar las diferencias de calidad de un producto a otro, habrá convertido su negocio en una tienda de marcas blancas y, por tanto, quedará a merced de cualquier competidor con una oferta mejor. Además, al trabajar con una gran selección de productos con la mínima calidad exigible, se encontrará con graves problemas de imagen, oferta de productos poco atractiva y clientes defraudados por las malas experiencias de uso de los consumidores.

Ya lo decían las abuelas: A veces, lo barato sale caro.


¿Contratarías a Mourinho como Jefe de Ventas?

Este fin de semana vuelve la Liga de fútbol. Como todos los años, el interés es grande, pero este verano, a diferencia de otros, el protagonista no es un jugador: sin ninguna duda, este año, la estrella es José Mourinho, el nuevo entrenador del Real Madrid.

No soy muy futbolero, y no es que “Mou” me caiga muy bien, pero a finales de Junio leí en XL Semanal un artículo del que me llamaron la atención un par de cosas.

La primera está casi en el titular y es una declaración de principios de Mourinho:

“No sé si voy a ser capaz de cambiarlos a ustedes,
pero su país no me va a cambiar a mí.
Yo no soy de los que pierden su identidad”.

Aunque es una frase perfectamente estudiada para provocar y “marcar estilo”, me gusta porque es políticamente incorrecta, y en mi opinión, un líder debe ser fiel a su estilo de liderazgo incluso cayendo en la incorrección política, aunque nunca debe llegar a extremos intolerables.

Lo segundo en lo que me fijé fué una sección de la entrevista que se titulaba “¿Porqué Mou es un líder?” y lo analizaba Fernando Ilharco, Profesor de la Universidade Católica Portuguesa, que ha coescrito el libro “Liderazgo, las lecciones de Mourinho”. En su opinión, el liderazgo de Mourinho se puede resumir en el siguiente decálogo:

1.   Pasión por lo que uno hace.
2.   Actualización constante.
3.   Coherencia, sólo exigir a los demás lo que nos exigimos a nosotros mismos.
4.   Subrayar el espíritu de equipo, nadie está por encima del grupo.
5.   Trabajo, mucho trabajo.
6.   Comunicación y empatía, las emociones decisivas.
7.   Adaptarse a la situación, intentando sacar partido de las circunstancias en todo momento.
8.   Carisma, aspecto clave en una sociedad en donde es difícil prestar atención.
9.   Innovación y originalidad, Mourinho está reescribiendo cómo entendemos el fútbol.
10.  Liderazgo y gestión del equipo de forma global, prestando atención a todos los aspectos. En la alta competición son los detalles: el ambiente, la actitud, la ambición, los que marcan la diferencia.

Después de leer el decálogo, pensé que alguien que dirige un equipo de vendedores hace una labor muy parecida a la del entrenador en muchos aspectos. Si piensas en todos los puntos expuestos en el decálogo, son un buen conjunto de directrices para un jefe de ventas.

Y es que, en el fondo, un jefe de ventas no sólo es un entrenador, también debe ser un poco psicólogo, profesor, juez, asesor… Como entrenador, debe saber analizar las potencialidades de cada vendedor y asignarle la función en la que pueda ser más provechoso. Como psicólogo, debe tener una gran empatía, saber manejar los egos y motivar a todos los miembros del equipo en favor del resultado final. Como profesor, debe tener un espíritu didáctico para contribuir al crecimiento personal y profesional de su equipo. Como juez, tiene muchas veces que tomar decisiones importantes, que pueden afectar de manera importante al equipo y a la empresa. Y como asesor, a veces tiene dar su visión para ayudar al vendedor a analizar las posibles consecuencias de la toma de ciertas decisiones o de la forma de actuar con el cliente o con el consumidor.

Por lo tanto, si tienes a tu cargo un equipo de vendedores, el decálogo de Mou me parece una buena guía. Y si tu equipo eres tú, también.


Septiembre, vuelta al cole y pre Navidad

Ayer estuvo lloviendo a ratos. Este cambio de temperatura, las primeras hojas caídas de los árboles y el fin de las vacaciones nos hacen ya pensar en la vuelta al cole, la vuelta al trabajo y la vuelta a la rutina. Aunque, bien pensado, más que una vuelta a la rutina, volvemos a las rutinas.

A pesar de que volvamos al trabajo, y los niños al colegio, tardamos unas semanas en volver a encajar todas nuestras actividades, en crear “la gran rutina”. De la misma manera que sucede en las vacaciones de Navidad y de manera más acusada en Año Nuevo, son estos momentos en los que deshacemos nuestras rutinas, los que elegimos para plantearnos los “buenos (y nuevos) propósitos”. Es entonces cuando introducimos nuevas rutinas y abandonamos otras (en teoría): hacemos dieta, nos apuntamos a un gimnasio, dejamos de fumar, nos apuntamos a un curso de inglés y cosas por el estilo.

Esto lo saben muy bien los editores de periódicos, los que venden colecciones y los programadores de televisión, entre otros. Todos ellos aprovechan estas semanas que van desde septiembre a mediados de octubre para hacer las mejores ofertas y provocar un cambio en la preferencia del consumidor. Es decir, es ahora cuando te puedes “enganchar” a un canal de tv que no es tu preferido, cuando puedes cambiar de periódico (o empezar a comprarlo) o iniciar una colección. Pasa igual en el comercio y en la hostelería. Es ahora cuando te puedes fijar en tiendas que no habías probado o cuando puedes cambiar de cafetería.

En septiembre nos encontramos todos los años con que la mayoría de los consumidores destinan sus recursos a “la vuelta al cole” y a pagar las vacaciones, y se consideran estos dos o tres meses como “meses tontos” para casi todos los sectores no relacionados con los niños.

Sin embargo, no deberíamos olvidar que, como el resto del año, el consumidor está continuamente recibiendo estímulos que le invitan a comprar. Muchos de los artículos que emiten estos estímulos, formarán parte de una lista, más o menos consciente, de candidatos a regalos de Navidad que irá creciendo hasta llegar a diciembre. De esta lista se caerán unos u otros artículos en función de las necesidades, posibilidades y criterio del consumidor pero  lo importante es que, generalmente, el cliente asociará el producto al comercio en que lo vio por primera vez, siendo quien más posibilidades tenga de hacer la venta llegada la fecha.

Por lo tanto, es importante no descuidar estos meses los escaparates ni postergar la presentación de nuevos productos porque estaremos preparando el terreno para la campaña de Navidad, que, pese a que no es lo que era (¿y qué es como era?), sigue representando una gran parte de la facturación de muchos comercios.

El consumidor no se despertará a mediados de diciembre
pensando en qué gastar su dinero:
dentro de unos días comenzará la pre-Navidad.

Como pasaba en el “cole”, para sacar buena nota había que estudiar todo el año, de poco servía darse “la empollada” dos noches antes.

 


David El Gnomo y el bocadillo de jamón

Se cumplen 25 años de la primera emisión de la serie de animación David El Gnomo. Para celebrarlo, TVE programará este otoño un largometraje en el que se resumirá la serie, y para explicarlo y hablar de ello, hace unos días, entrevistaban en la radio a su creador Claudio Biern Boyd, fundador también de BRB Internacional .

En el grueso de la entrevista se han recordado los extraordinarios éxitos de aquella deliciosa serie protagonizada por los gnomos David y Lisa. Al final de la entrevista, el propio Claudio ha reflexionado un poco acerca de los cambios en estos 25 años a través de las diferencias entre las series que hacía en su día y las actuales. Lo sorprendente es que, según él, no hay tantas diferencias y venía a decir lo siguiente:

“Hace 25 años, la gente comía bocadillos de jamón. Hoy también. Posiblemente hoy existe una variedad muchísima más amplia y exótica para elegir el pan que acompañará al jamón. Pero, en el fondo, lo que todos queremos es un buen jamón.”

En mi opinión, no le falta razón. El principio de una buena venta debería ser un buen producto (el jamón), y el marketing (el pan) es el medio, a mí me gusta decir idioma, que utilizamos para comunicar al cliente las ventajas o los elementos diferenciadores del producto.

Pero si no hay un buen producto,
y buen servicio de atención al cliente,
por mucho marketing que hagamos, no llegaremos muy lejos.

Ya sé que todos tenemos en mente algún producto exitoso que pensamos que no tiene los argumentos suficientes para justificar su posición en el mercado. Sin embargo, no debemos olvidar que el buen producto lo es para el consumidor, que no sólo valora sus características si no el uso que hará de estas.

Desde luego que se han hecho grandes campañas de marketing que han generado buenas ventas, en un primer momento, de productos mediocres, pero con un gran coste económico y de imagen para la empresa “defraudadora”. A este tipo de producto, que promete más de lo que ofrece, se le llama en marketing “overpromise” (sobrepromesa no está en el diccionario aún). Tenemos un ejemplo reciente de “overpromise” en el sistema operativo Windows Vista, que generó la curiosa situación de clientes pidiendo que les reinstalasen la anterior versión del sistema operativo: XP.

Así que, como en la cocina, lo importante es trabajar con buen producto.

Terminaré con la frase con la que comenzaban los episodios de David El Gnomo:

Nadie es mejor por ser más grande.

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25 años no es nada, o eso dicen...

El primer ordenador que cayó en mis manos, a primeros de los 80, fue un Sinclair ZX81. A pesar del entusiasmo de su propietario, no me pareció gran cosa. Poco después pude probar un Sinclair ZX Spectrum de 16K, y aquello era “otro cantar”. Aquel aparatito con teclas de caucho, que necesitaba de un cassette para cargar los programas, permitía programar y disfrutar en el televisor de tu casa de juegos simples, pero adictivos, y en color.

Habrían de pasar unos años para disfrutar de un ordenador en “multipropiedad”, que utilicé para trabajar en edición de vídeo (VHS), música y, por supuesto, juegos. Se cumplen ahora 25 años de la salida al mercado del primer estándar para imagen y sonido: el Commodore Amiga.

En estos 25 años han crecido el número de usuarios de ordenadores y lo que podemos hacer con ellos. Esto, junto con la mejora de las comunicaciones, ha cambiado drásticamente nuestro estilo de vida y, por supuesto, nuestra manera de comprar productos.

En un estudio realizado por American Express, cuatro de cada diez españoles reconoce la influencia de Internet a la hora de elegir un restaurante, un hotel o un producto de informática. También demuestra este estudio que más de la mitad buscan comentarios de terceras personas para completar la información acerca de un producto o empresa.

Por tanto, ¿porqué no saber lo que leen nuestros clientes?

Si no lo haces ya, es interesante que busques información acerca de los productos y marcas que vendes; posiblemente encuentres experiencias de usuario interesantes, pros y contras que sólo podrías conocer después de muchas horas de uso y también marcas y productos alternativos. Por supuesto, busca tu tienda. De estas búsquedas deberían salir argumentos más orientados al cliente que los que muchos fabricantes proporcionan y, además, un acercamiento al modo de relacionarse con tus productos de gran parte de tus clientes.

Habrá que tener en cuenta que en Internet abundan los rumores y los que hablan “de oídas” y parte de la información que circula es falsa, parcial o interesada. Por ello habrá que filtrar parte de información, y especialmente las opiniones, aunque no será difícil para un profesional “separar la paja del trigo”.

Entender al cliente es vital, y en las tiendas, a veces, no vamos mucho más allá de la influencia de nuestro escaparate. Si, como decía en otro post, las relaciones entre marcas, productos, tiendas y clientes serán naturales y de igual a igual, tenemos que compartir más espacios con nuestros clientes.

Y, ¿por qué no tener presencia en Internet (si no la tenemos ya)? ¿Cómo será esta presencia y en qué formato?

Es un buen tema para otro post.


Willy Wonka, Seth Godin y el cambio tranquilo

Ayer llovió casi todo el día así que, a falta de planes al aire libre, fui al “videocajero” a por una película para ver con mi hija. Recordando un post en el blog de Andrés Pérez, pensaba alquilar “Charlie y la fábrica de chocolate” de Tim Burton, con Jonnhy Depp encarnando a Willy Wonka, el excéntrico propietario de la fantástica fábrica de chocolates Wonka.

Desgraciadamente, lo primero que me encontré al entrar al local, fue un cartel en el que se comunicaba a los clientes que mañana se cerrará el establecimiento por falta de rentabilidad. Este negocio es de mi amigo Juan,y hace tiempo que me venía diciendo que la cosa no pintaba muy bien, principalmente a cuenta de las descargas.

Cuando hablamos de las consecuencias de las descargas, parece que los perjudicados sean grandes empresas y mega estrellas. En este caso, mi amigo Juan sale perjudicado, y, en menor medida, personas como yo, que nos gusta ver una película de vez en cuando. Juan había buscado hace tiempo “otras fuentes de ingresos” a la vista del declive de los alquileres de DVD, pero yo no puedo ya alquilar DVDs en mi pueblo.

Desde el punto de vista comercial, me parece interesante analizar cómo los cambios del entorno pueden hacer inviable un negocio que, pocos años atrás, había sido rentable.

A la hora de diagnosticar la salud de nuestro negocio,
debemos decidir si la “enfermedad” que le aqueja se debe
a cambios que afectan al sector, a crisis puntuales o a cambios en el entorno.

Tomando de ejemplo el negocio de mi amigo Juan, está claro que su sector está gravemente “tocado”, la actual crisis no ha hecho más que acelerar el deterioro del negocio. Hubiese sido un cambio traumático en el entorno si, además, una empresa importante del pueblo hubiese despedido a muchos trabajadores, ya que este es un pueblo pequeño.

En general, poco se puede hacer contra los cambios en el sector, salvo cambiar de sector o diversificar; contra las crisis puntuales se pueden tomar medidas que, generalmente, nos harán más fuertes al término de ésta, y contra los cambios en el entorno, podemos optar por “deslocalizarnos” o por presentar soluciones concretas, adaptándonos al cambio.

El declive de un sector, los cambios en el estilo de vida y los hábitos de consumo de la población o la construcción de una infraestructura se producen en periodos relativamente largos pero, al ser cambios “tranquilos”, no los percibimos como un peligro inminente. Estos factores, y su correcta interpretación, serán vitales para predecir los futuros movimientos de nuestro negocio.

Por tanto, como dice Seth Godin en un post de su blog:

No te preocupes por lo que pasó ayer.
Concéntrate en lo que pasó hace diez años y piensa
en lo que puedes hacer para causar un gran impacto
en los próximos seis meses.


Consumidores y vendedores toreados

Hablaba hace unos días con un amigo acerca del post “La (buena) experiencia de compra” y me comentaba que estaba de acuerdo con lo expuesto, pero quería añadir que también se encuentra, con relativa frecuencia, a consumidores con los que es muy difícil establecer una comunicación que pueda dar lugar a una buena experiencia de compra.

Podríamos hablar también,
desde el punto de vista del vendedor,
de “(buena o mala) experiencia de venta”.

El vendedor se encuentra a veces con un consumidor impermeable a los argumentos o a la sola cita de características, con información imprecisa, con pocas posibilidades (o ganas) de valorar aspectos más allá del precio y con actitud defensiva, caprichosa, egoísta o impertinente. Con este punto de partida es difícil, aunque no imposible, que haya buena experiencia de venta, sobre todo cuando partimos de una actitud de desconfianza.

Este tipo de consumidor “quemado” o “toreado”, en la mayoría de los casos, ha tenido varias experiencias negativas y por ello se comporta de manera imprevisible. A pesar de ser más utilizado, y más políticamente correcto, el uso de “quemado”, adaptación del “burnout” anglosajón, a mí me gusta más “toreado”. Me recuerda a esas vaquillas que recorren las fiestas de los pueblos y que, tras muchas horas corriendo detrás de los arriesgados o imprudentes mozos, anticipan sus reacciones y acaban corneando a estos.

Con el consumidor “toreado” tenemos que actuar con especial cuidado (y paciencia). Al fin y al cabo, este es uno de los aspectos de la venta: vencer los obstáculos que existen entre el consumidor y el producto. Muchas veces estos obstáculos serán insalvables y, más raramente, se producirán situaciones desagradables, aunque deberíamos saber cortar la venta antes de llegar a este punto.

Vender, y no despachar, no es fácil. A veces nos toca pagar los platos que otros han roto y sufrir procesos de venta tensos e incómodos, con evidentes muestras de desconfianza y falta de consideración (aunque nunca debemos permitir el paso hasta la falta de respeto). Muchas veces debemos “mantener el tipo” más por la profesionalidad que demostramos al resto de clientes que por las posibilidades de venta.

El riesgo de este tipo de situaciones es que el vendedor termine “toreado” también y pase a hacer un tipo de venta defensiva. Este es un error grave e irreversible, que suele originar la pérdida acelerada de ventas y clientes, que el vendedor terminará por achacar a las rarezas de los consumidores.

El vendedor “toreado” no aplica la “presunción de inocencia” a los clientes que entran por la puerta. Sin que haya el más mínimo atisbo de cerrar la venta, comienza a defenderse de todo posible ataque del cliente, lo que produce una pésima impresión que difícilmente terminará en venta, haciendo imposible una buena experiencia de compra.

Un indicador del vendedor “toreado” es una gran colección de cartelería en la que se nos advierte hasta de cosas obvias. Hace unos días pude leer en un comercio el siguiente texto:

“Se ruega a los señores clientes
no discutir los precios de nuestro establecimiento
ya que no tienen ninguna obligación de comprar aquí”

Había más carteles acerca de la responsabilidad en caso de rotura de algún artículo, de la limitación en el pago con tarjeta o de las posibilidades de reclamación. Queda claro que esto produce un efecto disuasorio en cualquier cliente y que este vendedor ha perdido el Norte…

 


Si en tu negocio no eres como Angus Young, ¡ponte las pilas!

Piensa por un momento en alguien a quien conozcas que tenga unos 55 años, cascadito, que pese unos 50 kilos y mida poco más de metro y medio. Ahora ponle un uniforme de colegio con pantalón corto, cuélgale al cuello una guitarra eléctrica Gibson conectada a un equipo de 200.000 watios de potencia y ponle, durante dos horas, a reventar a ritmo de rock and roll a más de 50.000 personas, algunas de las cuales han pasado la noche a las puertas del estadio para estar frente a él…

No te molestes en pensar más porque esto sólo puede hacerlo Angus Young, el guitarrista y líder de AC/DC, una de las más míticas bandas de rock vivas, con permiso de los Rolling Stones.

Pues bien, este hombrecillo y su banda facturaron el año pasado más de 114 millones de dólares y, cuando en una entrevista le preguntaron qué música llevaba en su mp3, confesó que hacía tiempo le habían regalado un iPod pero que se desesperaba con los botoncitos y lo dejó, así que sigue con sus vinilos de clásicos del rock y blues y no le interesa la música actual.

¿Y qué tiene que ver esto con esto con el mundo
de la venta en el comercio?

A veces me comenta alguno de mis clientes lo mucho que ha cambiado el consumidor, al que cada vez le resulta más difícil de entender, y suelo responder que para conocer el mundo (comercial) en el que vive este consumidor hay que visitar “el otro mundo”: los centros comerciales e Internet. Hay muy pocos consumidores que sólo compren en el comercio tradicional, en centros comerciales o en Internet: la mayoría lo hacen conjuntamente en una proporción determinada. Con lo cual es razonable que para conocer y entender a este consumidor haya que conocer también “los otros” entornos de venta.

Respuesta frecuente: “No suelo ir a centros comerciales,
no me gustan. Y para eso de Internet
hay que tener mucho tiempo…”.

Así resulta que la “brecha comercial” existente entre algunos comercios tradicionales y el resto de propuestas comerciales es insalvable para el cliente actual, y nos encontramos con tiendas “desactualizadas” ofreciendo producto “desactualizado” a consumidores “desactualizados” y con pocas o nulas posibilidades de rejuvenecer la clientela.

En este tipo de comercio aún no han entendido que la manera de llegar al cliente no es sólo teniendo el producto: primero hay que entender al cliente, hay que saber lo que quiere, cómo presentarlo y cómo argumentarlo. Y para eso hay que conocer el “mundo comercial” en el que vive el cliente para que nuestra propuesta sea adecuada, completa y “contemporánea”.

Así que hay que salir a la calle con una libreta a tomar notas de lo que veamos interesante, sabiendo que el comercio tradicional es otro canal diferente, pero cada vez menos diferente…

… a no ser que seas único, como Angus Young: que tengas un negocio inimitable y exitoso, con clientes adictos a tus productos y a tu manera de venderlos. Entonces te puedes permitir ir a lo tuyo sin importarte lo que pase en “otros mundos” y preocuparte nada más de afinar la guitarra y seguir “dando caña”.

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Un saludo,
Celestino Martínez.

Foto: Edvill (flickr)


El peligro del milagro

La foto que encabeza esta entrada es una anuncio real de 1885 en el que se vende un corsé “milagroso”, que promete, gracias a su energía magnética, mejorar la figura y la salud de mujeres de todas las edades.

Seguro que a todos os ha venido a la mente lapulserita de los hologramas que tanto está dando que hablar. No quiero entrar demasiado en la utilidad de la pulsera: el que se sienta mejor con ella en la muñeca, que no se la quite. Yo llevo en la cartera unos hologramas del mismo tipo, con la palabra VISA escrita encima y, más que quitarme dolores o proporcionarme equilibrio, me han desequilibrado y provocado más de una jaqueca.

Esto de los “productos milagro” no es nuevo, como vemos en el corsé magnético, y los que tenemos más añitos recordamos la pinza anti-dolor Lasvi, la pulsera anti-reuma Rayma con las dos bolitas doradas o, ya con otros usos, la lámina de plástico que pasaba tu televisor de blanco y negro a color, las gafas de rayos x, etc.

El peligro al que me refería en el título no es el del producto en sí, que más allá de la pérdida económica, no va a generar gran perjuicio al que compre la pulserita, si no el peligro que puede representar para la tienda.

La primera parte de este peligro es la tangible y la más fácil de imaginar: ya hay unestudio científico que demuestra que la pulserita no tiene ningún efecto sobre el equilibrio, y no creo que sea el primero ni el último. Este sólo sería el primero de los problemas porque está pendiente lareclamación por vulnerar la normativa de publicidad y promoción comercial de productos, actividades o servicios con finalidad sanitaria. Algunas de estas reclamaciones pueden comenzar en el punto de venta de estas pulseras, con las consiguientes molestias y situaciones desagradables.

La peor, sin embargo, es la parte intangible. Desde el principio hemos visto vender estas pulseras en cualquier comercio, incluso en farmacias. Primero habría que señalar que, en algunos casos, el producto en cuestión tenía tan poco que ver con el tipo de comercio que lo ofertaba, que, como poco, desentonaba bastante. Además, para todo aquel que se imaginase que aquello era una tomadura de pelo, podía cuestionarse la seriedad del negocio que lo ofertaba.

Pero si, finalmente, siguen apareciendo nuevos estudios que confirman el fraude y los compradores comienzan a reclamar la devolución del dinero, nos encontraremos con un gran problema de imagen que puede afectar a negocios serios y con trayectorias intachables.

Y todo…

 


¿Porqué no aprovechas las vacaciones para tomar distancia y mirar el horizonte?

Es muy probable que no hayas oído hablar de Bruce Chatwin, que ocupa la foto en este post. El señor Chatwin trabajó para la famosa casa de subastas Sotheby´s durante casi diez años, en los años sesenta. Un día empezó a perder la visión de tal manera que temió quedar ciego. El oftalmólogo le explicó que, posiblemente, había pasado mucho tiempo observando las obras de arte demasiado cerca y le recomendó alternar la observación de las obras de arte con la contemplación del horizonte.

Así que Chatwin se subió a un avión y se fue a Sudán, al desierto, donde tenía horizonte de sobra para mirar. Allí recuperó la vista casi de inmediato. Poco después, dejó su trabajo en Sotheby´s y pasaría a la historia como escritor de libros de viajes.

La historia de Mr. Chatwin nos sirve como metáfora de muchas situaciones que nos encontramos a diario. A veces nos acercamos tanto a los problemas que no tenemos “visión de conjunto” suficientemente amplia para hacer un análisis.

En estos días en que casi todo el mundo dispone de unos días de vacaciones, podemos aprovechar este tiempo para dejar de mirar tan “de cerca” y, entre otras cosas, “mirar al horizonte”. El resto del año lo vivimos con tal velocidad que, a veces, nos es muy difícil emplear tiempo en pensar en cosas a cambiar, en ver otras propuestas que nos puedan inspirar o a observar el mundo más allá de la puerta de nuestro negocio.

Según leía el pasado domingo en El País Semanal, a finales del siglo XIX , Orison Swett Marden resume de esta manera los 12 objetivos de unas vacaciones:

  • Recobrar la alegría y el optimismo olvidados el resto del año.
  • Incrementar el poder creativo.
  • Retomar fuerzas y tener tiempo para que surjan las ideas para crecer profesionalmente.
  • Liberarse de los miedos y tensiones acumulados.
  • Recuperar la confianza perdida y promover la salud.
  • Destensar y renovar el cuerpo y la mente.
  • Hacer nuevas amistades y reforzar las existentes.
  • Dejar atrás prejuicios, odios y celos que nos condicionan a lo largo del año.
  • Aprender de la naturaleza, de los libros, de la gente.
  • Lograr una perspectiva más amplia del mundo y de nosotros mismos.
  • Abandonar los senderos trillados para abrir nuevas vías e ideas.
  • Volver al trabajo con entusiasmo renovado. 

Espero que en estos días todos tengamos tiempo y actitud en cantidades suficientes para, además de relajarnos y pasarlo bien, cumplir el máximo número de objetivos de la lista, especialmente el primero y el último.

Comunico, luego vendo no cierra por vacaciones y, de hecho, estaré preparando cosas que requieren de un tiempo que en el resto del año no tengo.

Felices vacaciones a todos.