Un día de compras (5)

El pasado sábado tuve ocasión de ir un rato de tiendas y observé varias cosas que quiero compartir. Como siempre, había un poco de todo…

Encontré muchas zapaterías, la mayoría sólo de señora. En casi todas pude apreciar el mismo error tanto en los escaparates como en el interior: el exceso de linealidad. Al colocar todos los zapatos de manera lineal, es difícil destacar a unos sobre otros. Tampoco es fácil enfocar la atención en un modelo determinado, por más que en algunas tiendas mostrasen pequeños grupitos para conseguir este fin. En el interior las cosas no mejoraban, especialmente en una de las tiendas, donde había tantos zapatos expuestos, tan cerca unos de otros y en un mobiliario con tan pocas posibilidades creativas que arruinaban por completo la exposición.  En este caso, además, habría que añadir a este factor un sonido ambiental, que no la música, bastante desagradable. El “sonido lata” posiblemente estuviese originado por unos altavoces en mal estado.

En las tiendas de moda de corte más clásico, los maniquíes suelen tener bastante tiempo. Esto no es un problema en sí, el problema es que las posturas de estos de estos maniquíes no suelen estar bien planteadas. Que un maniquí presente una postura no muy natural o, directamente, absurda, puede ser un efecto aprovechable para una tienda moderna pero es, como poco, confuso para una tienda clásica. Más cuando el resto de la ambientación del escaparate aumenta esta confusión: unas sillas de salón de lo más anodino combinadas con unas estanterías de mimbre bastante desfasadas y unos maniquíes en posturas absurdas, no parecen la mejor ambientación para ningún  tipo de producto. En este caso era una lástima porque había prendas realmente buenas, que no lucían en semejante escenario.

Hubo un comercio que me llamó la atención por lo particular de su planteamiento: todos los productos tenían un precio único de 8 euros. Este tipo de planteamientos son muy impactantes para el cliente y facilitan muchas estrategias en un comercio. Todo es más fácil cuando sólo se vende un tipo de artículo, pero se complica al mezclar varios productos. En el caso del que hablo, se trataba de una tienda de moda de señora que vendía pantalones, faldas, camisetas, chaquetas, etc. Por comparación, las camisetas pueden parecer más caras, en relación con el resto de productos. Siguiendo este razonamiento, otros productos pueden verse perjudicados, así que me parece importante valorar este punto.

Me gustó mucho una tienda de juguetes y productos relacionados con los niños que, además, tenía una parte dedicada a dar fiestas de cumpleaños. La selección de producto, el buen gusto al exponerlo y la ambientación de la tienda fueron lo mejor de la tarde. Además, me pareció muy buena idea la combinación de local para fiestas y tienda, ya que los niños pueden probar algunos de los juguetes que podrán comprar después en la tienda.

También me gustó una óptica que tenía en el escaparate un televisor con una presentación en vídeo de algunos modelos y consejos para escoger gafas de sol. Es muy efectivo el uso de cualquier sistema audiovisual en el escaparate porque permite ambientar, informar, ampliar opciones o, simplemente, llamar la atención. En este caso, a través de unos altavoces colocados en la fachada, llegaba el sonido a la calle. Esta circunstancia, en principio positiva para el cliente situado frente al escaparate, puede ser insufrible para los vecinos y dudo de su legalidad, por lo que recomiendo utilizar imágenes y subtítulos.

Un detalle que puede parecer menor es la elección de un tipo de letra adecuado al planteamiento de la tienda o a la evolución de esta. En ocasiones no se repara en que la primera impresión que recibimos de un comercio, desde la distancia, es un rótulo que puede dar una impresión equivocada o trasnochada de nuestro negocio.

Por último, una cosa curiosa. Desgraciadamente, es frecuente encontrarnos con locales cerrados en buenas ubicaciones que, debido a la bajada de precios de los alquileres en algunas zonas, son una buena opción para abrir un nuevo negocio. En muchos casos, estos locales son elegidos tanto por su ubicación como por la estructura y el montaje del local. Así, me encontré una tienda de chuches que desde lejos parecía una oficina de seguros. El reacondicionamiento del local no contribuía a aclarar esta confusión.

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Foto: Celestino Martínez


El uniforme en el comercio

Hace unas semanas me sorprendió leer los resultados de una encuesta en la que los clientes colocaban como tercera característica más valorada en un comercio el uso de uniformes por parte de los vendedores. Sin embargo, pensándolo bien, no es tan raro adivinar el motivo de este resultado.

Los uniformes hacen fácilmente identificables a los vendedores
y transmiten sensación de de orden.

Además, los uniformes evitan estropear la ropa propia de los vendedores y les ahorran un gasto.

También evitan posibles competiciones de notoriedad que terminarían en roces personales o problemas más graves entre los vendedores al disminuir la capacidad de diferenciarse del resto de vendedores.

En algunas empresas se utilizan ciertos elementos para uniformar a los vendedores, como puede ser una tarjeta, que el vendedor lleva en la solapa, con el nombre propio y el logotipo de la empresa.

En ocasiones, este elemento es un complemento o una prenda. Por ejemplo, los vendedores de una franquicia de inmobiliarias llevan una corbata verde, que es el color corporativo de la compañía. En el caso de la conocida cadena de tiendas Fnac, el elemento que aporta uniformidad es un vistoso chaleco verde y amarillo, que cada vendedor personaliza a su gusto poniéndose chapas, pines o lo que les parezca.

El uniforme “de toda la vida” queda ya para profesiones muy concretas: mecánicos, azafatas, médicos… En la actualidad, es más habitual encontrar uniformes compuestos por ropa de temporada que se ha comprado específicamente para este fin.

A la hora de elegir un uniforme, deberías tener en cuenta:

  • La elección de esta indumentaria debe ser coherente con el estilo de la tienda: ropa más seria para comercios clásicos o con clientela clásica y ropa más actual para comercios modernos.
  • Ciertas elecciones refuerzan la imagen de marca o el mensaje que envías al cliente. Por ejemplo: no es el mismo mensaje el que lanza el oftalmólogo de una óptica cuando lleva su ropa de calle o, en su lugar, viste una bata: en este último caso transmite más profesionalidad.
  • Hay que cuidar especialmente el uso de aquellos complementos o artículos que tengas a la venta. No es lógico que alguien que venda relojes no lleve uno en la muñeca o que éste sea antiguo. Un zapatero no puede llevar los zapatos gastados o sin lustre.
  • Los uniformes deben ser cómodos y adecuados al tipo de trabajo en el que van a ser utilizados. Es importante que mantengan la prestancia el máximo tiempo posible y que requieran de un mantenimiento sencillo.
  • Conviene evitar prendas que requieran tratamientos especiales para su limpieza o planchados delicados. Este es el caso de ciertas fibras sintéticas, que pueden quedar con brillos o quemarse al ser planchados sin protección. En otros casos, como en las prendas de lino, muestran arrugas con facilidad y requieren de un planchado intensivo para eliminarlas.
  • Asimismo, en función del trabajo que se vaya a realizar con ellas, es conveniente tener en cuenta que ciertas prendas no transpiran bien, con lo que serían inadecuadas para trabajos físicos.
  • También es importante tener en cuenta que ciertas prendas retienen, e incluso recogen, olores corporales o del exterior que pueden ser desagradables y obligaran a limpiarlas más a menudo.
  • Es inaceptable la ropa sucia o excesivamente desgastada y poco explicable la ropa pasada de moda.

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¿Está preparado tu negocio para la próxima revolución?

El pasado 17 de mayo tuve oportunidad de asistir, dentro del evento Bilbao Web Summit 2011, a la ponencia de Sir Tim Berners-Lee, el considerado padre de la web. La World Wide Web, o www como la conocemos todos, nació hace ahora 20 años.

En este tiempo es tan indudable lo mucho y rápido que ha cambiado el mundo, como la influencia que han tenido en estos cambios la tecnología, Internet y, más recientemente, las redes sociales.

Por si quedase algún margen de duda, mientras el Sr. Berners-Lee reflexionaba acerca de la rapidez con la que habían transcurrido las últimas dos décadas, las redes sociales y los medios  eran un hervidero de noticias relacionadas con la plataforma "Democracia real ya" y las acampadas en diversas ciudades españolas, surgidas tras las movilizaciones del 15M.

La manera en la que muchos aspectos de nuestra vida han cambiado, y cambiarán, puede considerarse una revolución, que ha modificado profunda e irreversiblemente nuestra manera de entender la comunicación, el ocio, el trabajo, las artes… y las compras.

A poca memoria que hagamos, podemos pensar en lo mucho que han cambiado las tiendas de fotografía, las agencias de viaje, las tiendas de discos, las copisterías… pero también las panaderías o las fruterías, por poner sólo unos ejemplos.

Sin embargo, hay sectores en los que muy pocas cosas han cambiado en estos años y el planteamiento comercial no ha reaccionado a la evolución en el comportamiento del cliente.

En estos años el cliente ha cambiado mucho, en aspectos tales como:

  • Compra más cosas, pero tiene menos tiempo libre, así que valora la rapidez de todo el proceso de compra. Lo que quiere lo quiere ya.
  • Está más informado que nunca. El acceso casi inmediato a información y opiniones ha dado más poder al cliente y ha reducido la influencia del vendedor.
  • Es más exigente. Quiere productos que se adapten a sus necesidades y no a la inversa. No comprará algo que no cumpla sus expectativas.
  • No se deja manipular. Conoce las técnicas básicas de marketing y detecta el intento de manipulación o el marketing mezquino o burdo.
  • Es infiel. Sus marcas habituales son prioritarias para él, pero no tendrá problemas en probar otras. Cada compra es una nueva prueba: si le defraudas, no comprará más tu marca.
  • No se limita a un canal de compra. Decide sus compras en función de lo que más le conviene y, así, compra en comercio tradicional, grandes superficies, tiendas de Internet, de ventas privadas…

Muchos de estos cambios de comportamiento han sido facilitados por el acceso a la información que han propiciado Internet y las redes sociales. Sin embargo, muchos otros cambios se pueden producir en breve con la aparición de nuevos factores, como:

  • Multiplicación de usuarios de teléfonos móviles con conexión a Internet, que facilitaran el pago por móvil, el acceso a información u opiniones en el punto de venta, realidad aumentada…
  • Mayor número de marcas relacionándose con el cliente. Las redes sociales ya son para muchas marcas un punto de reunión con sus clientes, pero falta que el comercio llegue a sus clientes por estos medios.
  • Nuevas aplicaciones, como Google Shopping. Esta aplicación permite las búsquedas instantáneas de producto y las comparaciones de precio. Es posible que surjan otras con nuevas funcionalidades.
  • Aumento importante del número de horas de conexión a Internet, especialmente en redes sociales. Esto será facilitado, principalmente, por el aumento de dispositivos móviles.

Es un poco pronto para describir estos cambios que se avecinan como una revolución, pero lo cierto es que es un camino a recorrer por todo comercio que quiera seguir abierto en los próximos años.

En estos días parece más cierta la cita de Leonardo da Vinci que escuché hace unos días en un evento:

“No estamos en una época de cambio,
estamos en un cambio de época”

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Foto: Celestino Martínez.


Aprovecha los puntos débiles de tu competidor y el conocimiento de tu cliente

Esta mañana, mientras estaba parado frente a un semáforo en rojo, me ha llamado la atención un cartel que anunciaba la apertura para esta tarde de una frutería. Pero lo que me ha llamado la atención no ha sido exactamente el cartel, si no la ubicación de la nueva frutería: al lado de un supermercado, pared con pared.

Al principio, mi reacción ha sido la de pensar que el frutero,
además de novato, era un inconsciente.

Después de pensar un rato, he llegado a la conclusión de que el frutero era muy listo y que había encontrado la manera de aprovechar los puntos débiles de su competidor para su propio beneficio. Y explicaré porqué.

Los hipermercados han cubierto la necesidad de un público concreto de poder hacer todas sus compras de alimentos en un mismo espacio, ahorrando el tiempo que supondría ir a cada tienda. Este perfil de cliente tiene poco tiempo libre o lo aprecia mucho. Con el tiempo, este cliente ha observado que, a cambio del ahorro de tiempo, no obtenía siempre la calidad y el precio deseado. Además, al tener que desplazarse a las afueras, compraba para toda la semana, con lo que los errores de cálculo se traducían en comida y dinero tirados.

Con la crisis, muchos de estos clientes han descubierto que haciendo sus compras en un supermercado no necesitan utilizar el coche, con el ahorro que ello conlleva. De hecho, la primera medida anti crisis que muchas familias han adoptado es la supresión del segundo coche. Por lo tanto, haciendo las compras en el supermercado, este cliente ahorra menos tiempo, pero más dinero, al quitarse gastos del coche y al ser más eficiente en las compras.

Sin embargo, en las secciones de alimentos frescos de los supermercados, las posibilidades de elección y la calidad no son, generalmente, brillantes, especialmente en frutería. Es por ello que puede ser una buena idea aprovechar que el cliente se desplaza al supermercado para ofrecerle un autoservicio de frutería de calidad y precio razonables allí donde el cliente va a estar. En este tipo de fruterías uno se puede servir las cantidades que necesite, sin tener que ceñirse a un envasado concreto, y tanto el proceso de compra como el cobro suelen ser rápidos.

En este planteamiento se ha combinado el buen trabajo de orientación al cliente
y, por otro lado,
se han estudiado las debilidades del competidor
para utilizarlas en beneficio propio.

Con este ejemplo podemos ver cómo, en ocasiones, lo que parecería una pésima noticia (que un competidor esté a tu lado) puede transformarse en una ventaja y que merece la pena  conocer profundamente a tu cliente, para detectar necesidades o, incluso, anticiparse a ellas.

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Foto: Celestino Martínez 


Si no lo entiendo, no compro: las preguntas que debe responder tu negocio.

 No entiendo I don't understand

Una de las peores cosas que le puede pasar a un cliente en una tienda es que el planteamiento comercial o alguno de sus apartados le genere dudas.

Cada vez se da menos la situación en la que el cliente pregunta algo, bien porque no encuentra lo que quiere o porque no le queda claro alguna característica o el precio del producto. En todo caso, seguramente no lo hará en más de una ocasión, porque a nadie le gusta sentirse ignorante. Lo habitual es que, ante la incertidumbre, el cliente opte por no comprar o, en los casos más graves, decida no volver al comercio en cuestión.

Son varios los aspectos en los que se pueden dar estos fallos de comunicación. Citaré aquí algunos de los puntos más habituales:

  • ¿Está abierto o cerrado?. Un uso inadecuado de la iluminación puede dar a entender que la tienda está cerrada. Si a ello sumamos ciertos factores como poca limpieza, cartelería descuidada o elementos decorativos atrasados, se puede llegar a producir la impresión de tienda clausurada.
  • ¿Qué vende este comercio?. En algunas tiendas hay tal mezcla de productos, que no quedan claros ni los productos ni las marcas que podemos encontrar dentro.
  • ¿Están estos productos a mi alcance?. Generalmente se da esta situación al no colocar ningún precio de referencia en el escaparate, lo que dará a entender que los precios son altos. Si las instalaciones de la tienda no se corresponden con la idea de comercio de alto nivel, esta incoherencia provocará confusión en el cliente.
  • ¿Porqué tendría que comprar este producto?. En productos nuevos, es imprescindible mostrar información para que el cliente pueda saber para qué necesita el producto, que ventajas le aportará y cuanto le costará.
  • ¿Esta oferta es de verdad?. Algunas ofertas no aclaran bien si hay "letra pequeña" detrás: contrato de algún servicio adicional, precio sin incluir IVA, oferta vinculada a la compra de otro producto...
  • ¿Podré pagar con tarjeta de crédito?. En algunos comercios no indican de manera clara si se permite el pago con tarjeta o si se admite a partir de un importe determinado.
  • ¿Qué me está diciendo el vendedor?. Bien por utilizar un lenguaje demasiado técnico o por no enfocar la argumentación en las necesidades del cliente, un mismo producto puede perder su atractivo al no ser entendido.
  • ¿Quién es el vendedor aquí?. En algunos comercios donde el vendedor se mueve por todo el espacio, es imprescindible un uniforme o una identificación para que, de un vistazo, el cliente pueda saber a quien tiene que recurrir. No deben confundirse clientes y vendedores.
  • ¿Qué pasará si tengo un problema con el producto?. Pueden ser los términos de la garantía, las condiciones o los costes de mantenimiento, el suministro de consumibles o la atención en caso de avería o defecto, es uno de los factores que transmite confianza, imprescindible para la venta.

Bien, estos son los factores que he encontrado que pueden hacer que el cliente no entienda una propuesta comercial y por lo tanto, no compre, pero seguro que hay más.

¿Cual añadirías tu?

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Foto: Clemens Vasters (flickr)
 


Un día de compras (4) La fiesta Benetton

Hoy he estado dando un breve paseo por Bilbao y he podido vivir el ambiente comercial en un día en el que había mucho turista aprovechando el puente que hay en ciertas comunidades. Quizás este motivo, y el hecho de encontrarnos en el último día para hacer las compras del Día de la Madre, sea el que haya motivado la acción comercial que me he encontrado.

Al acercarme a la tienda Benetton, en plena Gran Vía de Bilbao, he oído música más alta de lo normal y me ha costado un rato ubicarla dentro de la tienda. Dentro de la tienda, un DJ ponía música de baile y unos azafatos repartían una bebida refrescante de color verde (el color corporativo de Benetton). La disposición del producto y parte de la ambientación se habían adaptado al ambiente festivo.

Pero lo más curioso estaba en los escaparates. En dos de ellos, dos modelos, bailaban al ritmo de la música ante la mirada sorprendida de los transeúntes. Las modelos interactuaban, dentro de lo posible, con su público: saludaban, se giraban hacia uno u otro o posaban si les hacían fotos.

También había otras dos modelos en la calle, con el mismo vestuario, llamando la atención y creando corrillos frente a la tienda.

En fin, una acción diferente y llamativa, que el público ha recibido bien. En estos casos, hay un resultado importante a tener en cuenta: más allá de un aumento de ventas, es tan importante como intangible y, por tanto, difícil de medir, la mejora en la imagen de marca, sobre todo en el público al que va destinado esta acción, que entiendo que es el más joven.

Y es que, posiblemente, para una nueva generación, Benetton no es esa marca transgresora que muchos recordamos de los 80 y parte de los 90.

Bien por Benetton.

 


Marketing mezquino (2) Venta agresiva

Hace unas cuantas semanas me vi envuelto en una situación que me hizo pensar en crear la serie “Marketing mezquino”. Me costó encontrar este nombre un par de días, pero la fotografía para ilustrar la serie estuvo clara desde el primer minuto: una bandada de buitres acechando a su presa.

Aquel día había terminado de hacer las visitas de la mañana al lado de un centro comercial y recordé que tenía que hacer unas compras en IKEA, así que dejé el coche en el parking y aproveché el pequeño trayecto hasta la tienda para hacer una llamada de teléfono. Ese detalle fue el que me salvó del ataque de la “bandada de buitres”, aunque en ese momento no fui consciente de ello. Sin embargo, al salir de IKEA con mi pequeña bolsa en la mano, pude ver a la bandada en acción.

Se trataba de un grupo de cinco o seis personas muy jóvenes, que se arremolinaban esperando a una presa cerca del paso de peatones que por fuerza hay que cruzar para ir desde IKEA hasta el parking. Una vez determinado si la persona en cuestión cumplía el perfil buscado, le asaltaban, literalmente, mientras le preguntaban con gran desfachatez si tenía un trabajo, si este era fijo, o si le gustaba ahorrar.

Faltando de nuevo a mi máxima, creo que justificadamente, diré que estos asaltadores trabajan para Citibank y tratan de vender  una tarjeta de crédito. No hay que esforzarse mucho para imaginar lo violento, grosero, irresponsable y repugnante de esta manera de actuar.

¿Quién va a firmar un contrato y entregar datos personales muy sensibles en un parking? Si no fuera tan grave, sería cómico.

¿Qué imagen se está trasladando de un banco? ¿Cómo me puedo fiar de un banco que promueve, permite o no supervisa este tipo de actuación?

¿Es legal esta actividad en un lugar público?, porque está claro que ético no lo es.

He visto en acción a otros vendedores de esta empresa, hace unas semanas en un cruce de calles en pleno Casco Viejo bilbaíno o en el interior de algún centro comercial, y no me parece positivo para el cliente ni para la empresa esta situación.

El intento de venta indiscriminado, o puerta fría, no es algo sostenible en el plazo medio porque la compleja segmentación del público objetivo de cualquier producto de hoy en día, hace que el porcentaje de venta sea muy bajo. Esto lleva a utilizar mano de obra muy barata, en cuya formación no se invierte demasiado, por lo que estos vendedores se queman rápido, originando una alta rotación en los equipos de venta, que, combinados con la inexperiencia, hacen un cóctel peligroso.

Sin embargo, este tipo de venta aún tiene defensores en ciertas visiones, en mi opinión trasnochadas, a pesar de tener tasas de conversión muy bajas (30 a 1, 50 a 1, es decir: una venta por cada treinta o cincuenta intentos). La mayoría de estos defensores no tiene en cuenta el coste en perjuicio de imagen de marca originado en las 29, 39 ó 49 personas que dicen que no. Asimismo, dudo que la fidelidad de este tipo de contratos sea muy profunda.

Como suele suceder, estos análisis se basan una visión desde la óptica del producto o de la empresa, pero en ningún momento tomando como referencia al cliente ni valorando los efectos negativos que para este cliente tenga este tipo de actuación agresiva.

En última instancia, no serán estas empresas o yo las que digamos lo que está bien y lo que no, lo harán los propios clientes, que, más que nunca, “siempre tienen la razón”.

 


Happy pills: Convirtiendo chuches en experiencias

En un post de hace unos días, en el que hablaba de gestionar novedades y tendencias, decía que, en ocasiones, la novedad está en vender el mismo producto de una forma diferente. Si además, somos capaces de crear un ambiente atractivo y dotar de un gran valor añadido al producto, entonces nos encontramos, con toda probabilidad, frente a una memorable experiencia de compra.

La farmacia que vende "píldoras de felicidad"

Y todo esto es lo que hace Happy Pills de manera brillante.

Esta cadena de tiendas, que ya cuenta con seis locales abiertos, cuatro de ellos en Barcelona, nació en Barcelona en un pequeño local de 28 m2, alejado de colegios y sin público infantil en los alrededores. Sería esta peculiaridad la que obligaría a presentar el producto al público adulto como “píldoras de la felicidad”.

Partiendo de este enfoque, el equipo de decoradores proyectó una ambientación basada en una farmacia que, de manera desenfadada, “dispensara” dichas píldoras. Para ello, diseñaron un local blanco, con la característica cruz presente en todas las farmacias, aquí de color fucsia.

Los males que curan estas píldoras son de lo más variado, pero agrupados en cuatro grupos: mal de amores, problemas del trabajo, cicatrices en la amistad y desgaste sexual. Los síntomas de estos cuatro males están perfectamente descritos en la deliciosa página web, de la que destacaría el divertidisimo tratamiento del mal de amores.

El packaging, elemento clave

Una vez identificado el mal que nos aqueja, será el momento de elegir el tipo de envase de nuestra medicina, a elegir entre frascos, pastilleros, kits de emergencia o packs temático. Cada envase tiene un precio, que será el que paguemos en caja, solo nos queda elegir las “píldoras” y llenar el envase de aquellas que más nos gusten.

Ejemplos como el de Happy Pills nos demuestran que con una correcta orientación y argumentación al cliente se pueden crear nuevos nichos de mercado, experiencias de compra memorables y, en este caso, felicidad.

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Foto: Celestino Martínez


Libro recomendado: Richard Wiseman "59 segundos"

Richard Wiseman 59 segundos

“59 segundos (Piensa un poco para cambiar mucho)”, de Richard Wiseman, podría considerarse como “El Cazador de Mitos” de los libros de autoayuda y de gestión. Sin embargo, no se queda ahí. El punto de partida de este libro es la comprobación, a través de la revisión de cientos de estudios psicológicos, de muchos de los tópicos de este tipo de libros que han ido calando en el inconsciente popular en los últimos años.

Desmontando los libros de autoayuda

El libro, además, tiene su parte práctica, al estructurar las respuestas a muchas de las preguntas que plantea el libro a modo de manual. Algunas de estas respuestas surgen de responder preguntas como estas:

  • ¿Funcionan las autogratificaciones como motivadores?
  • ¿Realmente nos ayuda a conseguir un objetivo la visualización de nosotros mismos consiguiéndolo?
  • ¿Sonreímos porque somos felices o somos felices porque sonreímos?
  • ¿Influye en nuestra creatividad la posición de nuestro cuerpo?
  • ¿Nos beneficia o nos perjudica la complejidad de nuestro vocabulario?
  • ¿Qué efecto tienen nuestras “meteduras de pata” ante los demás?
  • ¿Nos puede ayudar un poco de humor a vender?

Muchas de las respuestas quedan bastante alejadas de las pautas que, en los últimos años, han marcado muchos de los bestsellers de la autoayuda y se transforman en sorprendentes y sencillos consejos. Aquí cito unos ejemplos:

  • Ten cerca una planta si quieres reducir el estrés, mejorar el humor y aumentar la creatividad.
  • Es más efectivo imaginarse haciendo algo que lográndolo.
  • Para generar ideas interesantes es mejor trabajar solo que en grupo.

Autoayuda con rigor

Richard Wiseman es investigador y profesor de psicología y, en la actualidad, dirige un departamento de investigación en la Universidad de Hertfordshire. Es autor de varios libros, y “59 segundos” es el tercero editado en España, después de “Nadie nace con suerte” y “Rarología”.

“59 segundos” es, entonces, un libro de autoayuda con rigor científico y también un manual de usos prácticos de psicología, pero, sobre todo, es un libro con el que aprenderemos mucho del comportamiento de los demás y del nuestro propio de manera sencilla y amena. Y este es su gran atractivo.

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Foto: Celestino Martínez


Para vender en Internet necesitas una estrategia, no una moto.

Hace unos días conocí, a través de un medio de comunicación, una iniciativa para potenciar el comercio tradicional por medio de una plataforma de venta online. Según el titular, nos encontrábamos ante el “despliegue de una red contra la crisis”.

Ante semejante promesa, busqué con impaciencia la web y, ya en el inicio, la cosa empezó a pintar mal: estética “discreta”, mucho palabrerío gratuito, cuando no sin sentido, tópicos, brindis al sol y maximalismo para exportar.

Del estupor inicial pasaría a la indignación al entrar a la tienda virtual, y encontrarme una arquitectura falta de atractivo y plagada de errores de funcionamiento (ejemplo de búsqueda de sonido portátil). La página de Facebook sólo confirmó lo que se intuye en la web. Así no hay quien venda en Internet, con miles de ofertas de altísimo nivel.

Estar en Internet o en las redes sociales
sin una estrategia para atraer a tu cliente objetivo
es tan inútil como poner un comercio en el desierto del Gobi
y esperar a que alguien pase por allí.

Lo peor son los comercios a los que “se les ha vendido una moto” que no funciona. Para la mayoría de ellos, sería más productivo vender en e-Bay, montar una pequeña tienda gratuita y una página en facebook, utilizar lo invertido para hacer alguna campaña a nivel local o pagar a un escaparatista.

No todo el comercio puede rentabilizar su inversión vendiendo en Internet.

Sin embargo, sí se pueden utilizar ciertos recursos de Internet para potenciar el canal tradicional. Porque, a pesar de que la mayoría de los recursos a utilizar son gratuitos, no lo es el mucho tiempo que hay que dedicar para obtener resultados. Incluso disponiendo de tiempo, hay que tener una estrategia y utilizar aquellos recursos que mejor se adapten a las necesidades y posibilidades de cada comercio y de sus clientes. Para ello es fundamental el conocimiento del medio, y eso se consigue con asesoramiento profesional, no dejándose llevar por cantos de sirena o soluciones mágicas.

Y todo ello es inútil si, por último, nos olvidamos del cliente y de proporcionar una experiencia de compra adecuada. Y para ello hay que ofrecer algo más que productos esperando un clic y un número de cuenta: hacen falta información, comunicación, valor añadido y ganas.

Es muy difícil llegar a un público objetivo tan amplio con productos tan dispares. No parece que haya una estrategia de producto ni de marcas, ni segmentación de clientes o una idea que sirva de vehículo para presentar los productos con cierto orden.

Y me quedaré aquí, porque no es cuestión de hacer sangre, y porque, en última instancia, quienes saldrán perjudicados serán esos pequeños comercios que han puesto alguna esperanza en que esta iniciativa les ayude a solucionar sus abundantes problemas. No les culpo a ellos, sólo han caído en manos de alguien que les ha “vendido la moto”, es posible que con la mejor de las intenciones, aunque de manera irresponsable, y espero que mejore rápidamente, a pesar de que creo que este no es el camino a seguir.

Foto: microbi (stock.xchng)